¿Cómo ser dueño de mi vida?

El hombre no es otra cosa que lo que él se hace»
— Jean-Paul Sartre

¿Qué podría ser más reconfortante que el hecho de pensar que somos lo que somos or consecuencia de las circunstancias? Un simple resultado de la vida. Mantenernos siendo siempre niños. Vengan un momento conmigo en sus mentes, ¿Han visto qué hace un bebé de un año o dos cuando quiere algo? Llora, llora mucho hasta que se lo dan. Pues algo muy parecido seguimos haciendo nosotros hasta que ya somos muy grandes. Nos va mal en el trabajo, con la pareja, en el estudio, en la familia, en la salud y nos quejamos, que es un muy buen equivalente al llanto de un bebé, siendo adultos.

Sartre plantea en su filosofía una postura existencialista muy rígida sobre como el ser humano esta solo y que depende de si mismo, lo cual puede resultar desesperanzador o muy motivador, creo que su intención fue la segunda para que cada uno tomara el lugar protagónico de sus vidas, siendo el adulto responsable de sí mismo.

Sartre planteaba en sus textos del Ser y Nada y La edad de la razón que:

1. Podemos actuar sin estar sentenciados por nuestro pasado, porque éste se encuentra separado de nosotros.

2. Es comprensible que el elegir continuamente agote, asuste y, a la postre, sea fruto de incontables decepciones. No obstante, un hombre adulto no debe ni puede defender sus defectos acudiendo a hechos de su infancia. Eso es falta de madurez

Una vez que tenemos claro que nuestro lugar en la vida es ser nuestro adulto con todas las responsabilidades y privilegios que eso conlleva, entonces es tiempo de ampliar la mirada. Mantener la rigidez y no permitirnos errores es absurdo. Nuestra humanidad intrínsecamente va a traer errores, contradicciones, paradojas, contrastes.

Una de mis mujeres favoritas en el tiempo presente que escribo este ensayo es Nilda Chiaraviglio y ella dice que “El ser humano es un proceso de evolución que va siendo, en el tiempo y que nos vamos validando en la mirada del otro”. Lo cual me lleva a otro gran pensador, Lévinas plantea una crítica dura a la filosofía tradicional centrada en el yo e introduce la otredad, la que marca el límite al ego, porque ya no es él, es otro. Entonces nos obliga a vernos, a ver algo diferente y eso suele molestar.

La presencia del rostro significa, así, una orden irrefutable –un mandamiento– que
detiene la disponibilidad de la consciencia. La consciencia es puesta en cuestión por el
rostro”
— Emmanuel Lévinas

Por esto es importante salir de la soledad, para exponernos a la otro, a lo que nos incomoda, para trabajar eso que nos duele, nuestra sombra. O podemos decidir no hacerlo, negarla.

Podemos decidir vivir siendo niños, quejándonos, criticando, esperando que los demás (mis padres, pareja, hijos, jefes) cambien, que el sistema cambie, que mi ADN cambie, haciendo ejercicio compulsivamente, ocupándome sin parar para no pensar en mí, tomando cada fin de semana, distrayéndome, siguiendo todas las modas, etc. Hay muchas opciones. Pero decidir ser dueño de nuestra vida, parar para escuchar nuestra voz, ver nuestra sombra, curar nuestras heridas… esa cuesta.

El concepto de inter-independencia, es la meta última. Tal como lo menciona mi maestra Nilda Chiaraviglio, somos responsables de nuestra felicidad, pero también necesitamos de los vínculos con los demás para sostener ese bienestar. Donde nos relacionemos con otros adultos independientes, que vuelen sobre sus propias alas, personas que también estén en su lugar de adultos responsables, que nos sumen, nos inspiren con sus sueños, sus energías, sus historias, porque cuando son las personas correctas nos suman.

En conclusión, para ser dueños de nuestras vidas, les propongo una mezcla de sabidurías. Auto responsabilidad de Sartre, la otredad de Lévinas y la inter independencia de Chiaraviglio, la vida es un viaje personal, no se vayan de sus vidas sin vivirla.

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